"El Canicross es la actividad en que compartes tu deporte favorito con el único ser vivo que te acompañaría al fin del mundo sin quejarse" (Anónimo)

23 de marzo de 2014

El Perro Paco



En el viejo Madrid hubo un perro callejero que ocupó crónicas periodísticas entre los años 1881 y 1882. Estamos hablando de un perro vagabundo que llegó a ser la mascota de la ciudad. Capaz de colarse  en teatros, afamados restaurantes y cafés de tertulia madrileños acompañando a gente que le obsequiaban con comida.

Según las crónicas, era de tamaño mediano tirando a pequeño y pelo negro ondulado.  Este cruzado conserva algunas similitudes físicas con nuestro perro de aguas. En El Imparcial, Eduardo de Palacio retrata así a Paco: «Es un perro que viste, al parecer, de etiqueta, frac negro, muy corto de rabo, calzón ajustado, negro, a la portuguesa, media negra y zapato negro y, entre las solapas del frac emerge una pechera blanca como la nieve».


El perro tuvo un lazo de unión especial con el a Marqués de Bogaraya (Gonzalo de Saavedra y Cueto) Un día rodeado de amigos, se encontraron a un perro vagabundeando que se le arrimó y se frotó contra él. Eso les debió hacer gracia, y ofrecieron al perro un suculento festín. Lo llevaron al Fornos y lo subieron en lo alto de una silla. Le pidieron un plato de carne asada y lo engulló lentamente como si de un buen comensal se tratase. El Marqués pidió champán, lo derramó sobre su cabeza y lo bautizo como Paco.

Esta historia se extendió por Madrid hasta tal punto que invitar a Paco se convierte en una simpática obligación para muchos. Todas las noches el perro se paseaba por Fornos. Se le deja pasar como a un cliente más. Se le sirve en una mesa y se sienta en una silla.  Cuando Paco terminaba de comer, esperaba al  amable amigo que le invitó y le acompañaba siempre a su casa. Algunos intentaban meterlo dentro de casa para que pasase la noche con el.  Paco nunca aceptó. Se ponía nervioso, gruñía y se marchaba. Paco era un bohemio que prefería vivir tranquilo en las cocheras.

Paco, se convirtió ya en alguien muy querido en Madrid. Se le dedicaban canciones, los periódicos relataban sus hazañas e incluso se publicó el Periódico El Perro Paco, donde se recogían las opiniones políticas y sociales de la mascota de Madrid. Además hubo dulces con su nombre y chocolatinas con su imagen.Paco se ganó el privilegio de ser invitado en los espectáculos públicos.Iba al teatro Apolo y se sentaba en su butaca. Una vez que terminase la función se iba a Fornos como de costumbre, esperando cenar de gorrilla.

Lo que más le gustaba a Paco eran los toros. Paco ocupaba su localidad como todo hijo ve vecino. En las novilladas, se lanzaba a la arena a ladrar a los toros, a los que acompañaba hasta la puerta de toriles cuando se los llevaban los mansos. A veces aprovechaba el riego de la plaza para darse un baño en los días de calor. Al terminar la faena, muerto el toro, le gustaba saltar al ruedo y hacer de las suyas, para volver a su localidad cuando sonaban los clarines del siguiente toro.


La tarde del 21 junio de 1882 le costó la vida a Paco. El novillero José Fernández toreaba mal a su segundo astado de la tarde, la paciencia del público comenzó a evaporarse y le empezaron a pitar. Lejos de rematar la faena, fallaba una y otra vez con el estoque, hasta que Paco perdió la paciencia y saltó al ruedo para recriminarle su mala fortuna haciendo cabriolas. El novillero más nervioso todavía, golpeó a Paco con su espada, con tan mala fortuna que le provocó una herida mortal. El pueblo de Madrid indignado linchó al novillero que casi le cuesta la vida. Paco nunca se recuperó de sus heridas, falleciendo poco después.

 El cuerpo fue disecado y llevado al Museo Taurino donde estuvo hasta su cierre en el año 1889. Después se enterró en el Retiro en un lugar que se desconoce.

1 comentario:

  1. Que historia mas entrañable y hermosa,gracias por investigar y poner articulos tan interesantes felicidades por tú blog.

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