Tanta lluvia, viento y frío me produce morriña. En parte, porque me paso buena parte del día en la calle por mi trabajo. Muchas veces bajo la lluvia. La humedad cala mi impermeable y me apetece la calor del hogar. Estar calentito en casa, escribiendo este blog;estar junto a Violeta viendo la tele ocontemplar mis acuarios, que es un trozito que he tomado prestado de la naturaleza y que tengo al alcance de mi mano.
Después de una monótona y pesada jornada laboral, regreso a casa. La ignoro cuando llego, a pesar de que me mueve su pequeño rabillo sin parar.
Me cuesta un mundo hacerlo, porque me gustaría agarrarla, y acariciar sus lanas. Es algo que sigo a rajatabla, para evitar que tenga ansiedad esperando mi vuelta, después de tantas horas sola. Cuando pasa un buen rato y estoy en el dormitorio, la llamo y viene contentísima. Se queda mirándome, esperando que me cambie de ropa y me vista de ciclista, de "running" o que me ponga mi pantalón de camuflaje, con rodillo de yute en mano y la lleve a entrenar. Pero ese momento no llega...
Hace una fría tarde de fuertes lluvias. Violeta empieza a gemir, a bostezar; clara señal de que está estresada, de estar parte del día sola y necesita desfogar su energía. Me pongo a ignorarla, con el portátil en la mesita del salón. Ella me trae su juguete favorito y lo pone encima de la mesita, junto a su lanuda cabeza. Intentando darme pena, se pone a mirarme fijamente, para que se lo tire....
Las lluvias remitirán y el cielo se teñirá de un bello color azul. Visitarás los Alcornocales de nuevo, correrás por senderos enverdecidos y nadarás por fríos ríos crecidos. Entre semana visitaremos esa escuela que te gusta tanto.
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